Poemas de mario vargas llosa pdf




















A short summary of this paper. Las chilenitas II. El guerrillero III. Retratista de caballos en el «swinging London» IV. Las chilenitas Aquel fue un verano fabuloso. Ocurrieron cosas extraordinarias en aquel verano de Estuvimos sin hablarnos toda una semana, hasta que, en la siguiente fiesta, las chicas y los chicos del barrio nos hicieron amistar. Porque ellos no eran ricos sino, a simple vista, pobretones. Pero, a mis amigos, y sobre todo a mis amigas miraflorinas, les daba mala espina que Lucy y Lily no nos abrieran las puertas de su casa.

Vengan, vengan. Me fui a tomar un jugo de mango y a fumar un Viceroy a escondidas, entre las casetas de vestir de la piscina. Se me estaba fregando el plan, caracho. Se demoraron una eternidad en volver. Pero, yo no. Andaba siempre con una gran sonrisa en la boca que le inflaba los cachetes.

Acababan de tener un hijo. Tengo confianza en ti, Ricardo. Lo miraban todo alelados. Camarada Ana, camarada Arlette y camarada Eufrasia. Incluso entre ellos solo usaban sus apodos o nombres de guerra. Y aquella miel oscura en sus pupilas. No creo. Era muy bonita y muy coqueta la guerrillera. Sus ojitos me escrutaban, tratando de adivinarme.

Se trataba de otras personas. Hicimos el amor con dificultad. Que vaya a Cuba, que siga el curso. El curso duraba unos pocos meses. Que, desde el primer momento, mostrara una total incapacidad para la vida guerrillera, simulando desmayos inclusive. Bueno, ya veo que no hay otro remedio.

Nos veremos dentro de tres meses, Ricardito. Fue muy amable. Pero, era verdad. Estuve pensando, un momento. Por esta cita fue sometido a un tribunal de disciplina en Leipzig y expulsado ebookelo.

Lo siento, pero no son buenas, mi viejo. Nos sentamos en la terraza, al aire libre. Pedimos dos cervezas. Viven juntos. La camarada Arlette, aunque no te lo creas, se ha convertido en una persona influyente, de cama y mesa con los comandantes. Maldita sea el tener que darte esta noticia, mi viejo. Bueno, el mundo no se va a acabar. Igual, creo. En fin, no pongas esa cara que no es para tanto, mi viejo. Fuimos a Le Tournon, un bistrot en la calle de ese nombre, en la esquina de Vaugirard. Nunca me lo he tragado, viejito, te confieso.

Que es tu vicio secreto. Muchas veces hemos hablado de eso, con otros peruanos. O por timidez. Cuando nos abrazamos, no pude evitar que se me mojaran los ojos. El cambio era extraordinario, en verdad. A lo mejor todos esos castillos en el aire revolucionarios se hicieron humo. Y todos los guerrilleros se volvieron a sus casas y se olvidaron del asunto. Conversamos cerca de dos horas.

Y que acababan de alquilar un pisito en Passy. Estaba vestida con sencillez, pantalones y sandalias y una casaca ligera. Con tu boca. Me gusta sentirme irrigada. Tienes que aprender a demorarte, si quieres hacerme gozar. Los ebookelo. Nueve guardias civiles, entre ellos el mayor al mando de la patrulla, murieron en el combate. Se oye ruido de sables en el ambiente. Toda la noche los vejetes conocidos de monsieur Arnoux se le acercaban, le besaban la mano y la miraban con ebookelo.

Por fin pude sacarla a bailar. Llevaba una blusa ligera, transparente, que dejaba ver la orilla de sus pechos, una casaca suelta que aleteaba con sus movimientos y unos botines de taco alto color ladrillo.

Diez, si me da el cuerpo. Una al acostarnos y otra al despertarnos. Deja que adivine. Yo estuve desvelado mucho rato, con una angustia que me estrujaba la garganta. Por la claraboya se divisaba el cielo encapotado, color panza de burro, el eterno cielo parisino. Verla y sentirla respirar me inflamaron. No me conoces. Se me han complicado las cosas.

Chau, mon amour. Una preciosa escobillita que llevaba impresa en el estuche la firma del fabricante: Guerlain. A lo mejor, no. A lo mejor era un olvido deliberado para dejarme un recuerdo de esa noche triste y ese despertar feliz. Llegaba a mi cama medio grogui. Tampoco desde Roma pude hablar con ella. Me temblaron las manos. Las sobras que se echan al perro, Ricardito. Pedimos un whisky con hielo y Perrier como aperitivo y, luego, vino tinto, con una comida que apenas probamos.

Respecto a su familia y a su infancia, quiero decir. Pero, la excusaba. Hubiera hecho cualquier cosa para salir de Cuba. Hasta casarse conmigo. Puse en peligro mi carrera para sacarla de Cuba. Aquello fue un verdadero viacrucis. La deslealtad no puede llegar a esos extremos. Soy un hombre mayor, no estoy en condiciones de rehacer toda una vida.

Una cuenta conjunta. Me limitaba a intercalar frases breves, amistosas, de tiempo en tiempo. Le agradezco su paciencia. Espero que esta catarsis me haga bien. No necesitaba hacer eso. Yo le hubiera dado todo. Se lo hubiera dado. Nos despedimos en la puerta del restaurante, bajo el resplandor de las luces de la Torre Eiffel. Nunca se encontraron sus tumbas. La idea de De la Puente no era quedarse en el campamento, sino ir de un lado al otro.

Pero no nos dieron tiempo y quedamos encerrados en la zona de seguridad. Pero este circuito era ebookelo. Su historia era novelable. Martin School of Arts de Londres. La perrita se llamaba Esther. Y, si no es mucho pedir, a que me convide a un pedazo de pan.

Los aburguesados residentes de St. La curiosidad de Mrs. Al final, venciendo sus prejuicios —era una metodista practicante—, dio dinero a Juan para que le hiciera probar la marihuana. Stubard y Juan fueron a ver del brazo a un cine de estreno en Picadilly Circus.

Le dio llave de la casa. En casa de Mrs. Pancras y el East End, la vida cesaba a las nueve de la noche. Stubard para agasajarlo. Stubard y Esther, cambiaron definitivamente el rumbo de su vida. Lo primero que hizo Juan fue comprarle a Mrs. Era una excelente persona. Te aseguro que en muchos ebookelo.

Seguramente era verdad. Me preguntaron por el pub Swag and Tails, que estaba a la vuelta de la esquina. Fueron los primeros skin heads cabezas rapadas que vi. En una de sus cartas, me dijo: «Veo que lo pasas muy bien en Londres, que esa ciudad te hace feliz». Y un alto de cajas donde guardaba libros y revistas. Un mero parecido. Los dos meses que estuve sin volver a Londres aquella sospecha me estuvo rondando hasta volverse una idea fija.

Demasiado improbable, demasiada casualidad, demasiado todo. Es Mrs. De origen mexicano, creo. Stubard— ebookelo. El secreto de la felicidad, o, por lo menos, de la tranquilidad, es saber separar el sexo del amor. Al fin, dio resultado. David Richardson. Me miraba como si no me hubiera visto nunca en la vida. Charles, el sobrino de Mrs. Puntualidad inglesa, por favor.

Me sudaban las manos y respiraba con dificultad. Llevaba en el brazo un impermeable gris y un paraguas de la misma tela y color. No debiste dirigirme la palabra, no debiste cogerme del brazo, no debiste hablarme como si me conocieras. Era ella, tal cual. A pesar de todo. Loco por ti. Es esta. Desde entonces la llevo conmigo a todas partes, en el bolsillo. Me he vuelto un fetichista, por ti. Gracias por estar tan linda, chilenita. Todo vale para conseguir lo que uno quiere.

Husmeaba en su pasado como un lobo rapaz. Por eso, estaba obligada a ser muy cuidadosa. Si hubiera sospechado la ebookelo. Te quiero, te deseo con toda mi alma, con todo mi cuerpo. Lo peor es que las siento. Y, ahora, tengo que irme, Ricardito. Fui hasta ebookelo. No me vayas a arrugar la ropa. A nadie. Solo he dicho esas cosas de a mentiras. Porque yo nunca he querido a nadie, Ricardito. Les he mentido a todos, siempre. Porque, aunque ahora tengo seguridad y puedo comprarme lo que quiero, estoy obligada a vivir en Newmarket y a pasarme la vida hablando de caballos.

Richardson y te cases conmigo? Y menos a David. No quiero que me pase lo mismo. Y yo, en Inglaterra, soy menos que nadie, una pobre shit. Te ofrezco el diez por ciento de su herencia. Es mucha, mucha plata.

No, nunca. Salvo, claro, que me decidiera a tomar en serio su propuesta homicida. Cuando sube, pero, principalmente, cuando baja bailando por tu garganta. Una tarde tuvimos un curioso incidente, de larga cola. Me has tenido con los nervios. Te amo, te amo. No creas que te he hecho esa escena porque me muero por ti. Se le encendieron los ojos cuando me vio asomar junto a su cama: ebookelo. Los ingleses no tienen tiempo para la amistad. Tuve que ir en persona a gestionar el asunto.

El doctor Rotkof, hombre bastante mayor y un ebookelo. Puede morir en cualquier momento. Una constante eran esas llagas en las piernas y el abdomen que atormentaban tanto a mi amigo. Richardson y sentirla, aunque fuera por un par de horas, a mi lado. La llegada de sus padres tuvo un efecto enormemente positivo sobre Juan. Aunque Mrs. Esto no es broma. Estoy en un problema muy serio con mi marido. No debemos vernos ni hablarnos, por un tiempo. Por favor.

Te ruego. Nos veremos cuando todo esto pase, te prometo. Sus padres se han llevado los restos a Lima. Vinieron a Newmarket a poner en venta su casita.

Otra cosa, Ricardo. Evita venir a Londres por un tiempo, si no te importa. Porque, si vienes, sin quererlo me puedes crear un problema muy serio. No estoy para bromas ahora. Hizo una pausa. David tiene los mejores abogados. Para mi desgracia. Me parte el alma lo que me has contado. Es algo aparte, un don que algunos poseen y otros no. Ni loca. Gracias, de todos modos, Ricardito. Ya nos veremos alguna vez, cuando pase la tormenta.

Un besito y no me metas muchos cuernos con las francesas. Pero, no hacemos perjuicio a nadie con nuestro trabajo. En todas las otras profesiones se puede causar grandes estragos a la especie. Hazla vislumbrar todas las estrellas del firmamento en un dos por tres. Por eso, pese a mi tesis, trato a las damas, sobre todo a las rameras, como a reinas. Desde aquel episodio, solo frecuentaba prostitutas. Y, en vez de estampillas, coleccionaba ahora soldaditos de plomo.

Muchnik era un caso interesante. No ebookelo. Es culpa nuestra. Richardson, nada era imposible, incluso que anduviese ahora camuflada de abogada japonesa. Otra vez. Sin la menor duda. Mi carta daba muchos ebookelo. Por fin, entraba en materia. Y me entrechocaban los dientes. Ella le dijo que, «como su petit ami era celoso», mejor que yo no le escribiera directamente a ella, para que aquel no le hiciera una escena o la acogotara. Un hombre con poder y dinero, por supuesto, prendas indispensables para conquistarla.

Esperaba verla, para rememorar los viejos tiempos. Ir por mi cuenta, como turista, costaba un ojo de la cara. Aunque no nos veamos mucho, siempre me estoy acordando de ti. El pichiruchi que solo vive para desearte y pensar en ti. En Tokio no quiero que recordemos nada. Quiero tenerte en mis brazos, besarte, olerte, morderte, hacerte el amor. Bueno, menos mal. Anda, dime otra, por ejemplo. Por lo menos, es lo que dice Kuriko.

O sea que ahora se llamaba Kuriko. Vaya, pues. Es un encanto. Tenemos que hablar largo, querido. Gracias por seguir tan joven y tan linda, chilenita. Conozco un sitio bonito, para conversar.

Es un parque al que va todo Tokio a hacer picnic y a emborracharse cuando salen las flores de los cerezos. Me examinaba, entre divertida y curiosa. En tu manera de vestirte, incluso en tus rasgos, en tus movimientos, hasta en el color de la piel.

Pero, sobre todo, mi mujer. Por eso, los ricos se disfrazan de pobres y los pobres de ricos. Pero, te veo algo cansada, japonesita. Dime primero alguna de esas cosas de las telenovelas. Aunque te parezca un redomado cretino, voy a insistir y a insistir hasta que te vengas a vivir conmigo. La verdad es que puede hacer conmigo lo que quiera. Era la amante de Fukuda, pero una entre varias. Por lo menos, es muy franco conmigo, ya ves.

Yo no te conozco ni te he conocido nunca. Es como yo, en eso. Pero, tal vez, he hecho mal. Pero no feliz.

Vamos, aunque me arriesgo mucho haciendo esto. Pero sus formas eran siempre armoniosas y sus pechitos firmes. No me importaba nada. Unos polvos que se preparan con los colmillos molidos de los elefantes y el cuerno de los rinocerontes. En toda Asia valen una fortuna, te advierto. Ahora, esos colmillos y cuernos valen un ojo de la ebookelo. Pero el gran negocio de Fukuda es ese. Al regresar a mi hotel, me di con un mensaje de Mitsuko. Era Kuriko. Antes, no me importaba, porque tus amantes o maridos tampoco te importaban a ti.

Se rio, como si yo le hubiera hecho un chiste. Yo te voy a quitar los celos. Tal vez yo pudiera aconsejarla. Una aventura agradable, pasajera, de esas que no comprometen. La verdad, me atosiga, me abruma.

Nubecillas de humo y un fuerte olor a tabaco impregnaban el local. Debes hablarle, con franqueza, y cuanto antes. Como no lo ha estado nunca antes de nadie. Y se hace muchas ilusiones. Quiere tocarme todo el tiempo. Llevaba un sombrerito y un impermeable de la misma tela clara, a cuadritos, unos pantalones de franela oscura, con una chompa granate de cuello alto y unos mocasines deportivos.

En todos hay animales sueltos, caballos, gallos, palomas. Los consideran sagrados, reencarnaciones. Odio a tu maldito jefe Yakuza. Hubiera preferido no conocerlo, no verlo nunca. A veces, como a su puta.

Estaba maquillada como para una fiesta y sus cabellos recogidos en dos bandas. Ella no se dio por entendida. Nunca he sentido tantos celos como ahora. Vente conmigo, japonesita, ven, te juro que seremos muy felices. Yo apenas los probaba, para cumplir. Tu amigo es un mano larga. Me lo ha dicho. Templado hasta el cien.

Pero, a la mujer el macho debe castigarla de vez en cuando, para que no se le suba hasta la coronilla. Fukuda no estaba en la sala. Va a pasar la noche afuera.

Nunca he estado tan feliz en la vida, japonesita. Para complacer a su amo. En la media oscuridad, a la vez que trataba de apartarla, yo buscaba mi ropa en el suelo. Va el contrato». Felizmente, en su carta, Mitsuko no mencionaba para nada a Kuriko. Calzaba unos anteojos de miope que con frecuencia limpiaba en su arrugada corbata.

Yilal no era sordo. Era delgadito y algo enclenque, pero no porque comiera con desgana. No, no, era una historia requeteacabada. Porque mi vida era bastante ebookelo. Necesito hablar contigo, Ricardo. No era imposible. No, esta vez te equivocabas.

Estaba blanca como el papel—. A su debido tiempo. Siempre he sabido que iba a ocurrir, que va a ocurrir. Cambiemos de tema, Ricardo. No se la he contado a nadie, nunca. Para que te olvides de lo que ha ocurrido con Yilal.

Mientras balbuceaba unas disculpas vi a Simon ponerse de pie y volver con vasos y una botella de vino. Esta casa es un desastre. Somos unos anfitriones lamentables, Ricardo. No en el sentido peyorativo, sino en el literal. Porque, eso es lo que es, en el fondo. Una maravillosa historia de amor. El llanto y todo eso, quiero decir.

Un belga no cae en emotividades de sudamericanos tropicales. No solo por eso. En cambio, le encantaban las novelas de Julio Verne. En las semanas y meses que ebookelo. La vieja historia iba a repetirse.

Por lo menos, dime si se te ha pasado ya la furia y me odias un poquito menos. Ni ahora ni nunca. Tenemos tiempo. Hablaba con tranquilidad, aunque dejando entrever en sus palabras una furia contenida. Estaba preparada. Pero, el momento en que lo hizo no fue el mejor, ni tampoco las razones que me dio para despedirme. Los ojos se le llenaron de chispas. Nunca se te ocurra ir a Lagos. Pero, no me pegaron el sida.

Solo ladillas y un chancro. Ahora, felizmente, ya estoy bien. Esperaba cualquier cosa de esta entrevista, menos semejante historia. Si es verdad lo que me cuentas. Ya ves, me ocurre una cosa tremenda contigo.

No importa. No quiero que me compadezcas. No quiero plata, tampoco. Por una vez en tu vida. Anda, dime la verdad.

Muy sola. Me paraliza, me anula. Esa es la verdad, me creas o no. Nada, dos palabras. Hizo varios gestos afirmativos con la cabeza. Cambiaron muy pocas palabras. Que yo no estaba, que estaba de viaje. Se acordaba muy bien. Gracias a ti, Yilal se ha puesto a hablar. Siempre misterios, siempre cuentos, siempre secretos. La vi desaparecer en la boca del metro. Saltaba a la vista, bastaba ver esos huesos salientes, su palidez, sus ojeras.

Bueno, quien juega con fuego tarde o temprano termina por chamuscarse. Y, sin duda, medio muerta de hambre. Con mi cajita de soldaditos de plomo bajo el brazo, fui a tocar la puerta a los Gravoski. Yilal estaba ya acostado y ellos terminaban de cenar unos espaguetis con albahaca. Es una ruina humana y pasa apuros, anda vestida como pordiosera. Y que la violaron. Que le contagiaron ladillas y un chancro. Puede ser cierto. Puede ser falso. Sea o no cierto, es una historia formidable.

Eso no se lo puede haber inventado. Vi que Elena se demudaba. Se rascaba la barba pelirroja con insistencia —. Pero, por favor, no hay que hacer nada. Si tratamos de forzarlo, puede haber un retroceso. Ahora estamos preparados para las sorpresas que nos das, de tanto en tanto. Si ella quiere, yo lo puedo arreglar en el Hospital Cochin, con los copains. Sin que le cueste nada, quiero decir.

Me imagino que no tiene seguro, ni nada que se le parezca. Al ebookelo. Masticaba muy despacio, con desgana, y le costaba tragar. Con dos o tres bocados, me siento llena. Porque, aunque tampoco me lo creas, hablar contigo me hace bien.

Tuve ganas de besarle la mano, pero me contuve. Tal vez porque, como todo el mundo, necesito de vez en cuando compartir con alguien las cosas que me angustian o me hacen feliz. Tampoco sabemos si las historias. Lo diviso entre sombras y.

Imagino su cabeza como. Sus barbas eran blancas y. Etiquetas: escritor , peruano , premio cervantes , premio nobel de literatura , premio principe de asturias , vargas llosa. Alejandro 6 de julio de , GdanielG 9 de julio de , Gabo 21 de julio de , Paola y Sheryl 3 de abril de , Sophia : 3 de julio de , Unknown 2 de diciembre de , Suscribirse a: Enviar comentarios Atom.

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